jueves, 7 de febrero de 2008

Capitulo XIII. De mi torpeza, los claveles y los tomates

Mística matemática esa de creer que el número perfecto puede ser el dos cuando nuestro sistema es decimal. De 0 a 10, ¿Dónde clasifica este ensueño? Vida mía que no sos mía: hoy que no aparecés te hago parte de la memoria para que me duela menos esta herida que me hice cocinando. Yo de torpe la meto con toda, ¿no?, sé que te reís en la distancia, nena desconocida o conocida a medias. ¿Dónde estará el secreto que me hará decir que te conozco? ¿Cuál será esa pequeña fábula olvidada que me hará sentir único en vos? A lo mejor no la habrá nunca, y me estoy preocupando de más en tocarte en el recuerdo con los dedos de esta mano derecha cuya fuerza no se ha ido nunca. Los dedos de la izquierda ahora, aparte de las huellas del accidente, tienen la marca de la estupidez culinaria.

Deme niña esa boquita

tan llena de encanto,

clavelito tilcareño,

clavelito blanco…

Cómo se unen las cosas. Escucho a Juan Quintero cantando folklore argentino y te asumo dentro de su música. Nunca te dije clavel y ahora te ligo solo porque la imagen me parece tentadora.

Los tomates están listos, solo queda que me de la gana de usarlos en el plato que preparo, pero tengo bronca aún por esta cortada tan pendeja que me duele como nunca. Uno viene tranquilo con sus tomates y suena una canción y le llega de golpe la imagen de una mujer desnuda y ya fue que te vas arrancando medio dedo.

Bueno, esas cosas pasan.

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